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Buena Vida
Robin, el perro de los mil disfraces
Al can que fue hallado dentro de un saco, en Quito, le falta un ojo, pero aquello no ha sido impedimento para convertirse en influencer de Instagram
Lo de él son los disfraces. Siempre hay un motivo para cambiar de atuendo y lo mejor es que lo disfruta. Pero como nada es gratis, lo hace a cambio de la golosina que le da su dueña, quien lo adoptó cuando era apenas un cachorro. Como en la mayoría de los casos de perros rescatados, la historia de Robin no está exenta del abandono y el maltrato.
Tenía apenas un mes de nacido cuando lo abandonaron dentro de un saco, a la altura del puente que conduce al Valle de Los Chillos, en Quito. El propósito innegable de aquella cruel acción era la muerte segura para aquel cachorro que pese a todos los pronósticos médicos se aferró a la vida.
El hallazgo fue reportado a PAE (Protección Animal Ecuador) fundación que de inmediato fue a rescatarlo. Cuando lo llevaron al refugio para evaluarlo se encontraron frente a una imagen lamentable. Un cachorro bastante desnutrido, en pésimo estado de salud y lo que es peor, su ojo izquierdo estaba desprendido. Necesitaba ser operado de urgencia para extirparle el globo ocular que estaba bastante infectado, pues se temía que al ser tan pequeño la infección alcanzara otros órganos.
Las esperanzas de vida eran escasas. Sin embargo, los veterinarios se arriesgaron y lo operaron. La grata sorpresa es que el perrito sobrevivió a la cirugía. Con el paso de los días empezó a recuperarse y luego de un mes cuando estuvo lo suficientemente fuerte lo pusieron en la lista de adopción de la fundación. Por coincidencia, Melissa Díaz y su hermana Daniela estaban buscando adoptar una mascota. Conocedoras del trabajo de PAE entraron a su página de Facebook y lo que hallaron las puso feliz. "Mi hermana Daniela lo vio y se enamoró. Lo fuimos a ver para conocerlo y ahí mismo firmamos los papeles", recordó Melissa al admitir que el trámite lo hicieron a espaldas de sus padres, quienes cayeron en shock cuando se enteraron de que ya no había vuelta atrás y que pronto habría un nuevo miembro en la familia.
Llegaron a la casa con los documentos de adopción mas no con el cachorro de raza mestiza, color gris con blanco. Tenían que hacerle otros exámenes para que pudieran llevárselo. Pasó una semana y les dieron la noticia de que el perro había dado positivo para parvovirus. Debido a que la expectativa de vida de los perros que padecen dicho mal no es de mucho tiempo, en la fundación les dieron a escoger otro can, pero las hermanas se negaron a cambiarlo. Lo único que querían era tenerlo a salvo para llevárselo a la casa.
"Lo tuvieron con suero y nos lo entregaron sin ninguna garantía. Lo llevamos a la casa. Incluso lo fuimos a visitar en compañía de nuestros padres. Ya tiene siete años. Se deja hacer cualquier cosa por comida. Le encantan las recompensas", comenta la joven quien le abrió una cuenta de instagram @robin.ernesto (su primer y segundo nombre) donde se lo puede ver disfrazado y en la que tiene cerca de 5 mil seguidores.
Con el tiempo ha aprendido varios trucos. Sabe sentarse, levantar las patitas y por su historia de vida también pertenece al club de mascotas influencers. En casa todos aman a Robin cuya salud, aun con todos los cuidados no ha sido de maravilla, "estaba tan bajo de defensas que le cayeron hongos en la piel. No fue un cachorro normal, no tenía vacunas. Debido a las infecciones que lo atacaron tuvo que ingerir medicamentos super fuertes que le afectaron el hígado, imposibiltándolo de trabajar al cien por ciento", lamenta Melissa.
Un año después de haber sido esclavo de las medicinas, el can recibió el alta. Las visitas al veterinario eran una vez por semana, lo que implicaba gastos que cubrían sus padres. El cariño y el cuidado hacia aquel can que se aferró a la vida es recompensado por el amor que él siente por sus dueños por los cuales se dejará seguir disfrazando.
En casa de los Díaz también está Charlotte, una perra mestiza de 4 años, rescatada y a la que Robin tolera, pues le gusta tener su espacio y que nadie se lo invada.